Canalización recibida a través de la frecuencia del código arcturiano del Perdón de Janosh.
El acto del perdón debe comprenderse desde una perspectiva diferente a la que estamos acostumbrados a enfocarlo. En cada sanación hay un perdón inscrito, para acceder a ella hay que reafirmarse en encarar cada situación a través de un pacto de sinceridad con uno mismo, a sabiendas que el engaño y la mentira son fruto de una incapacidad para encarar la verdad, producida por la interferencia absoluta entre la conciencia del ser y la del ego.
Nada más precioso que la propia reconciliación o la reconciliación con uno mismo. Reconciliarse con si mismo es el portal de acceso a la autosanación. Hay que entender que auto engañarse acerca de los acontecimientos, tanto presentes como pasados, es intentar eximirse de culpa pretendiendo que los culpables son elementos externos a nosotros, significa que no estamos atendiendo a las necesidades auténticas de nuestro Ser. No importa lo que sea o cuál sea la situación, siempre se trata de algo que hemos atraído a nuestra vida a través de la propia resonancia, que hay un aprendizaje inscrito y que hace falta acceder a él de forma valiente para que puedan disolverse todos y cada uno de los acontecimientos que están conectados con ella.
Si tenemos claro nuestro rumbo, pero hay algo que nos impide avanzar, hay que pararse para poder entrar en el obstáculo y ver desde un estado objetivo de visión para que se nos muestre la verdad sobre aquello que necesitamos saber, para poder de alguna manera saldar nuestra deuda, para poder seguir adelante. En esta situación el verdadero perdón es el que debe guiar y actuar como bálsamo para hacer que fluya la energía condensada y se libere. Hay que escuchar la voz que proviene del interior y ser lo suficientemente honestos con nosotros mismos para atender a las verdades que nos muestra.
Multitud de verdades se nos revelan al visualizar los distintos senderos que vamos trazando en nuestras vidas, nada es casual y aunque creamos que un golpe de buena o mala suerte nos ha conducido hacia un lugar determinado, lo que en realidad sucede es que hemos sido atraídos desde el ser hacia una posición concreta, para que seamos capaces de resolver y librarnos de antiguos patrones, accediendo a un nuevo estado de conciencia, limpios de errores o actos conducidos desde la parte más oscura de donde hayamos sido capaces de actuar. El secreto más dulce está en el abrazar la sombra que nos persigue, solamente nos liberamos si somos capaces de penetrar en la propia oscuridad para iluminarla desde dentro. Se trata de entrar en comunión con el uno a través de reconciliarnos con nosotros mismos abrazando nuestra sombra.
Hay que entender que cualquier conflicto que se manifiesta en nuestra vida es la simple materialización de un conflicto interno, que posiblemente vaya más allá del momento actual, que sea algo registrado en nuestras memorias, que emerge y se va repitiendo para que pueda ser sanado.
Abrazar la propia sombra es algo que hay que hacer desde una posición de amor y de imparcialidad hacia nosotros mismos. El perdón ejercido desde el impulso primordial de la compasión entendida como acto de amor divino, es capaz de hacer florecer al instante la comprensión de la divinidad interior y la liberación del miedo y de la culpa.
El hecho de haber experimentado la dualidad durante eones es aquello que hizo que olvidáramos quienes somos en realidad y de aquí la adquisición de una conciencia errónea de separación y de pérdida del paraíso.
El paraíso está siempre allí y podemos regresar a él en el momento que queramos, si somos capaces de desidentificarnos de nuestras proyecciones y acceder al ser desde el perdón.
La frecuencia del perdón tiene el poder de expandirse a todos los ámbitos de nuestra vida y de nuestras relaciones. Accede a nuestros registros, destapa y desincrusta todo aquello que se halla atascado y nos permite avanzar en nuestro camino libres del peso innecesario del pasado. Siempre hay un momento en el que podemos subsanar cada acto, pero lo más importante es que llega siempre el estado superior de consciencia que nos permite transmutar y entrar en un nuevo estado en que empieza la identificación con lo divino y la “bondad” que deseamos surge como algo natural. Esa bondad dicha no está sujeta a la dualidad sino que aflora desde una banda de frecuencias que resuenan en armonía con el puro amor incondicional.
Namasté
1 de mayo de 2013
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